martes, 7 de julio de 2009

¿Y tú qué?

¿Y tú qué?

Qué hermoso es cuando te ven con el mejor de los trapos, o con la prenda más simple o corriente y te encuentran perfecto, como sobrenatural.

Qué espectáculo es sentir a un ser vivo en las entrañas o sobrevolar las olas del mar con las manos, tan especial como un milagro.

Qué tierno es contemplar un rostro con una sonrisa después de un arduo día o en el más rico descanso de un domingo, se hace indescriptible.

Qué horrible es chocar en un paisaje con un individuo con el más elaborado maquillaje o el levantar menos acabado y castigarlo con la indiferencia.

Qué fastidio es estar soñando de pie en un transporte abarrotado de gente o buscando el cielo en los ojos de alguien, tan insoportable que desespera.

Qué absurdo es no concebirse romántico en un mundo tan loco y desfachatado o ser elegante y cortés con los zombies que rondan las calles.

Qué alentador es presenciar niños que retocan sus sueños con colores y papel o visitar un piano y escuchar que su melodía se transformó en libertad.

Qué divertido es oír los comentarios más refinados y fríos con cara de aburrimiento o ser soez y grotesco con la hipocresía del pícaro.

Qué interesante es ponerle nombre a las pecas de una piel traviesa o escudriñar en canciones que signifiquen para cada día del año.

Qué extraño es no deleitarse por una exquisitez culinaria o ignorar el mensaje de una imagen, tan irreal como de otra dimensión.

Qué pena es encerrarse con llave para no confesarle al otro que te mata o vivir una mentira entre el aire y el fuego, como un infierno.

Qué experiencia es sacar la cabeza por la ventana y palpar la brisa con los ojos cerrados o correr bajo la lluvia mientras el agua cubre lo seco.

Que ridículo es arrepentirte de abofetear al más vil de los canallas o no permitir excitarte y emborracharte por temor a terceros.

Qué purificador es olvidar el caos de la vida para elevarte en un globo de helio o dejar huellas al recorrer un campo de flores.

Qué genial es mostrarse educado y sensato, y luego que la boca diga frases locas e irreverentes o danzar desnudo una coreografía después de la ducha.

Qué culpable es no gastar el tiempo en un helado y en sonidos raros ó gestos, y perder momentos en el seguimiento de las reglas inquebrantables.

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