
Qué hermoso es cuando te ven con el mejor de los trapos, o con la prenda más simple o corriente y te encuentran perfecto, como sobrenatural.
Qué espectáculo es sentir a un ser vivo en las entrañas o sobrevolar las olas del mar con las manos, tan especial como un milagro.
Qué tierno es contemplar un rostro con una sonrisa después de un arduo día o en el más rico descanso de un domingo, se hace indescriptible.
Qué horrible es chocar en un paisaje con un individuo con el más elaborado maquillaje o el levantar menos acabado y castigarlo con la indiferencia.
Qué fastidio es estar soñando de pie en un transporte abarrotado de gente o buscando el cielo en los ojos de alguien, tan insoportable que desespera.
Qué absurdo es no concebirse romántico en un mundo tan loco y desfachatado o ser elegante y cortés con los zombies que rondan las calles.
Qué alentador es presenciar niños que retocan sus sueños con colores y papel o visitar un piano y escuchar que su melodía se transformó en libertad.
Qué divertido es oír los comentarios más refinados y fríos con cara de aburrimiento o ser soez y grotesco con la hipocresía del pícaro.

Qué interesante es ponerle nombre a las pecas de una piel traviesa o escudriñar en canciones que signifiquen para cada día del año.
Qué extraño es no deleitarse por una exquisitez culinaria o ignorar el mensaje de una imagen, tan irreal como de otra dimensión.
Qué pena es encerrarse con llave para no confesarle al otro que te mata o vivir una mentira entre el aire y el fuego, como un infierno.
Qué experiencia es sacar la cabeza por la ventana y palpar la brisa con los ojos cerrados o correr bajo la lluvia mientras el agua cubre lo seco.
Que ridículo es arrepentirte de abofetear al más vil de los canallas o no permitir excitarte y emborracharte por temor a terceros.
Qué purificador es olvidar el caos de la vida para elevarte en un globo de helio o dejar huellas al recorrer un campo de flores.
Qué genial es mostrarse educado y sensato, y luego que la boca diga frases locas e irreverentes o danzar desnudo una coreografía después de la ducha.
Qué culpable es no gastar el tiempo en un helado y en sonidos raros ó gestos, y perder momentos en el seguimiento de las reglas inquebrantables.
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